jueves, 5 de marzo de 2015

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Las lenguas indoeuropeas se propagaron sobre ruedas.

Las lenguas indoeuropeas, que se hablan hoy en casi toda Europa y en buena parte del Asia meridional, no se propagaron mediante la gran migración neolítica inicial que, hace unos 8.000 años, extendió la agricultura y la civilización desde Oriente Próximo hasta la península ibérica. El mayor estudio del ADN antiguo realizado hasta la fecha parece descartar esa teoría y confirmar, en su lugar, la idea más antigua de que esos lenguajes provienen de otra migración también masiva pero mucho más reciente (de hace 4.500 o 5.000 años) que provino de las estepas del norte del mar Negro. Esta cultura de ganaderos era mucho más agresiva que la de los antiguos agricultores, y su gran vehículo expansivo fue el recién inventado carro de cuatro ruedas.
Los genomas de 69 europeos de 8.000 a 3.000 años atrás confirman así la “hipótesis de la estepa” (o “de los kurganes”), avanzada en los años 50 del siglo pasado por la arqueóloga lituano-estadounidense Marija Gimbutas (1921-1994), que reunió evidencias de que la patria de los proto-indoeuropeos era la llamada estepa póntica, formada por las inmensas praderas al norte de los mares Negro y Caspio. Hace 4.500 años, los ganaderos Yamnaya que vivían allí se extendieron por Europa gracias a sus flamantes carros de ruedas.
El macroestudio genómico internacional ha sido coordinado por el genetista David Reich, de la Universidad de Harvard, junto a Boston, y ha contado con la participación de los arqueólogos y prehistoriadotes Manuel Rojo Guerra, de la Universidad de Valladolid; Roberto Risch, de la Autónoma de Barcelona; y Rafael Garrido Pena, de la Autónoma de Madrid.
Los resultados no excluyen la existencia de una gran migración desde Oriente Próximo hacia el oeste en los albores del neolítico (8.000 años atrás). De hecho, la confirman por encima de toda duda. Lo que sí excluyen es que ese antiguo movimiento de población fuera el responsable de propagar todas las lenguas indoeuropeas, como sostiene la teoría defendida, sobre todo, por el arqueólogo británico Colin Renfrew.
Los genomas antiguos, desde luego, no ofrecen ninguna información directa sobre las lenguas que sus portadores hablaron en vida, pero sí sobre los grandes movimientos de población de la prehistoria. Y, puesto que las dos teorías principales sobre la dispersión del indoeuropeo hacen predicciones muy distintas sobre esas migraciones, el ADN ha podido inclinar la balanza hacia el platillo de la teoría de la estepa.


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